Un mundo absurdo rodeado de una inteligencia infinita… o como lo queramos entender o denominar

Cada día entiendo menos a nuestra especie humana, dirigida por el interés, el odio, los intereses y otras desviaciones mentales (no reconocidas como «enfermedades»).

Hace años sentía que de haber otra vida, quería volver a nacer en nuestro Planeta, en nuestro «mundo». Hoy, me lo repienso tanto que si de verdad existiese otra vida: no quisiera volver, por lo menos, a este mundo construido por nuestra especie.

Especie que se cree/siente tan inteligente que piensa que «nada la va a detener». ¿Nada nos va a detener?, siendo tan inmensamente vulnerables?

¿Qué sentido siguen teniendo las guerras, las matanzas, las destrucciones, los rencores, los odios, los espacios y las materialidades ganadas a la «fuerza». La fuerza bruta, donde no importan las vidas ajenas: sólo importan (parece) las creencias propias, pareciendo éstas ser el motor de fuerza que impulsa, incluso, a la realización y llevada a cabo de tantas aberraciones.

¿Un rayo de esperanza? ¿Una luz al fondo del pasillo oscuro? Sí.

Lo mismo que (en apariencia) parece querer destruirnos: el avance tecnológico, es la respuesta y las puertas que, bien usadas, nos abrirán hacia nuevos horizontes. Pero como todo, hay que estar alertas, como en todo, ya que si algo puede ser explotado, lo será, y ahora es el momento exacto de plantearnos si ese «algo» no nos puede explotar a nosotros y explotarnos en las manos.

Con una mirada, no superficial, sino objetiva que abarca este momento social planetario, parece que SÍ, hay algo (algunos o muchos o cualquier otra cosa) que nos está encauzando, como gran conjunto planetario hacia un nuevo paradigma. (Me detengo. Alguien hizo una observación muy sabia hace unos años: cuando algo está a punto de cambiar, siempre existe una fuerza bruta que intenta arrastrar hacia atrás, intentando que no se produzca ese avance.) El empuje, confuso, va más allá de los llamados «nuevos órdenes mundiales».

La realidad es una, y lo sabemos: estamos depredando y exterminando toda la Existencia, de la que nos hemos sentido amos y dueños, y, por analogía: otros se han sentido amos y dueños de nuestra vida (el reflejo en el espejo).

Estos días con la «rebelión» del comando ruso contra Putin, pensé: «Por fin, están actuando con inteligencia para terminar con esa barbarie (seguramente meditada durante muchos años y puesta en marcha por fuerzas e intereses oscuros, más allá del propio personaje ese cobarde, llamado Putin). Por fin se han dado cuenta que para erradicar tamaño mal ha que actuar desde dentro y no desde fuera». Mi esperanza ha durado poco, pero se ve el final de este callejón oscuro y terrible donde las vidas y las destrucciones parecen más un juego de pantalla que algo real sobre nuestro Suelo. Los muertos no importan, lo destruido tampoco… Ucrania, ejerciendo de escudo del Oeste, o de conejillo de indias, contiene al soberbio y desequilibrado presidente de las Rusias (eso era antes, Rusia parece haberse hundido más ahora, y haber desaparecido de los horizontes, a pesar de poseer la mayor extensión de territorio mundial).

Quiero creer que este conflicto de muerte está llegando a su fin. Y, esto, teniendo en cuenta que el mayor desafío como humanidad lo tenemos ahí delante. Es muy difícil. Muy difícil dar ese salto, porque ese salto exige una unión total o casi total a nivel planetario, de toda nuestra especie, con todas nuestras diferencias, pero intentando (esta vez sí) entender nuestra propia existencia para una Evolución conjunta (ojo, no «progreso» simple material), sino evolución que acapara todas las formas. Nuevas etapas se nos presentan, difíciles, arriesgadas, pero que tienen que ser objetivas, para recordar que, sino: el retroceso obligatorio puede hacernos caer de bruces al suelo. Ejemplo de ello es el manotazo de las derechas y extrema-derechas que sólo proponen involucionar.

Sólo la inteligencia, la auténtica, será la vencedora y la que arrastre el caballo de Troya para cambiar desde dentro y erradicar desde dentro. Nunca desde fuera. Es evidente que tanto la tecnología como la ciencia y el resto de aspectos, desde ciencias humanas, hasta aplicaciones y acciones humanas, tienen/tenemos que ir aunados para salir de esta gran ciénaga donde ahora estamos (y no del todo) atrapados. Detectar qué soga nos va a sacar del agua o nos va a engañar para que sucumbamos.

En propias reflexiones ando… «Si existe otra vida, ¿quisiera volver aquí a este Planeta? Hoy por hoy no. Y me consuela saber que quizás, seguramente no haya nada más (a pesar de otras intuiciones)». Sin embargo, de lo que hoy por hoy estoy segura es de algo, para mí y para todos nosotros (compañeros de viaje): VIVIR VALE LA PENA.

Y si vivir vale la pena, hay que entrar en la reciprocidad: MERECE QUE LA VIDA, TODA, VIVA. PORQUE NO HA SIDO CREADA DEL SIN-SENTIDO O DE UNA MERA «CASUALIDAD». Y nosotros, como especie, todavía tenemos demasiado para aprender. Y aprender, sólo se aprende cuando sabemos, conocemos, nos ponemos en situaciones ajenas, no sólo de seres humanos, sino de todos los seres vivos.

A tal punto he llegado: sí, y no me avergüenzo por decirlo, «para mí, hoy por hoy, merece tanto respeto la vida de una hormiga como la de una mosca», todo ser vivo tiene un inmenso valor: EL VALOR DE VIVIR, SER, ESTAR… EXISTIR.

Deja un comentario