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El Ojo de Dios

Dios no juzga a los Seres Humanos. Dios sólo se Mira en el Corazón de los Humanos.

Estamos tan acostumbrados a juzgar, según nuestro propio ojo, según nuestro propio interés, según lo que han intentado implantar en nuestro cerebro como patrón delimitador o vallas que limitan cada espacio para tenerlo todo tan encajonado, tan fácil, tan fácil que no nos preocupemos en mirar más allá o más adentro de los demás o de nosotros mismos.

Entonces juzgar se convierte en algo fácil. Claro. Y es que con meridiana facilidad siempre vemos el fallo de los demás.

No juzgar significa que aunque veamos los fallos ajenos, y no por las vías delimitadoras que nos han enseñado, sino porque las situaciones gritan sin voces el por qué se producen, no debemos, no deberíamos jamás empujar,… empujar,… empujar… para que vean según nuestro propio ojo, por mucho sentido común que pongamos.

No juzgar significa que Ayudar debe hacerse sin condicionamientos, no esperar nunca nada a cambio, por duro que nos pueda parecer, esto es en sí mismo la Liberación del Ser hacia una Conciencia Superior.

Es tan difícil saber ayudar,… porque «ayudar» siempre lleva pre-juicios o valores pre-determinados por una serie de aprendizajes o por el entorno donde cada cual se desenvuelve , donde se juntan una serie de «valores» que intentan ser establecidos para comodidad de cada cual.

Si nos guía el sentido común, más allá de los hechos… Si nos guía de verdad el valor del Yo soy Tú y Tú eres Yo para profundizar en el por qué cada ser humano responde de una forma u otra ante una situación, ante un problema, ante un obstáculo, llegamos a ver con claridad que las situaciones son porque así han sucedido a través de muchas o pocas secuencias relegadas a los actos, y, a veces, sólo esperan de la colaboración de los demás para poder llegar a buen término. Esto es No Juzgar.

Cuando me enteré que nuestra hermana Riven había dejado este plano se me ocurrieron muchas cosas. Muchos, quizás, veíamos. Muchos, quizás, sabíamos… Pero, ante todo estaba la libre elección de cada Cual.

Me enseñó que, realmente, Allí, no hay Juicios ni pre-Juicios. Que cada ser es Único y llega al término con un bagaje o un cansancio o, por el contrario, con muchas ganas de regresar de nuevo para hacer aquello que le faltó por hacer.

Dios, el Creador, ama a cada una de sus Criaturas. No las juzga. Sólo reside en su Corazón, no mira sus actos, sólo Se mira en lo que sintió. No puede por más que abrazar a cada Criatura para devolverla de nuevo a la Ilusión de la Creación, para devolverla a la maravilla de la Contemplación de la Existencia en alguna de sus formas.

En esas formas regresamos o volvemos para hacer o deshacer, influir o enseñar, ayudar, estar. No regresamos porque sí, siempre regresamos con una carga interior; siempre regresamos, quizás, para sentir en forma distinta aquello que no pudimos distinguir en su momento… quizás por circunstancias… quizás porque no supimos crear las sinergias perfectas que nos hubiesen dado el factor pleno de Reconocimiento de la Alegría de la Existencia en contacto con el resto de Criaturas Creadas.

La balanza con nuestro entorno es tan delicada que cualquier peso de más, aunque sea un átomo, puede alterar el equilibrio y estallar dándose el choque que va a alterar, no sólo al ser que actúa como centro de sí mismo, sino que chocará con el centro de los demás. Vendría a ser algo así como una explosión nuclear que altera un enorme radio, aunque no seamos conscientes de ello.

Cada vez que nos surja algo que nos empuje a juzgar con la razón o con el sentido común o, lo que es peor, con la vara de medir de una sociedad, o con la vara de unos valores establecidos; o, lo que es peor, juzgar según las leyes sociales, que no la Justicia, debemos frenar el impulso e interiorizar todo lo que necesitamos transmitir a nuestro propio centro existencial, a fin de que no sean los juicios, pre-juicios o cualquier otra sensación errónea (al estar cargada de actos temporales y humanos), la que se deposite en nuestro interior como una codificación automática y no como algo más: la contemplación del Ojo de Dios en nuestro Corazón será decisiva para saber no-Juzgar.

Cuando juzgamos estamos re-modelando todo nuestro entorno para re-codificar nuestra propia existencia. Estamos, incluso, re-creando un teatro, una escena donde las justificaciones nos sirvan para eso: codificar todo lo que está sucediendo. Pero ¿en verdad esto nos va a añadir Amor o sólo nos va a re-situar con una nueva codificación en el entorno donde nos encontramos?

Entonces sólo debemos mirar en nuestro interior, en nuestro Corazón y dejar que sea el Ojo de Dios quien allí libre su propio espacio. A partir de este acto de total entrega será como realmente podamos reflejarnos en el otro Yo y podemos viajar desde nuestro Yo Soy hasta el Tú Eres También. Quizás esto sea lo que podemos definir como Amor Incondicional hacia todas las Criaturas que conforman nuestro Entorno.

Sólo, quizás así sea que podamos crear esas sinergias expansivas que van a ir más allá de nuestro pequeño entorno, viajando como información hacia el resto del Cosmos.

Jung decía que no hay «casualidades». Cuando algo ocurre en nuestro interior, de forma automática estamos lanzando flechas, dardos o mensajes al espacio exterior, más allá de nuestra coraza áurica. Esas flechas se reflejan, más tarde o más temprano en «casualidades», desde el corazón del Cosmos, o desde el Corazón de Dios Creador nos son devueltas en forma de señales. Saber apreciarlas es un Don. Naturalmente, nos habrán de sobrar las prisas (ni siquiera yo estoy libre de ellas), las prisas crean distorsiones, esas distorsiones llegan a nuestro entorno y a todos los seres que nos rodean. Esas distorsiones crean otro tipo de corrientes no sinérgicas sino destructivas de los campos de Energía de los Seres que nos Rodean, que a su vez vuelven a enviar esos Mensajes al resto del Cosmos… Y, es probable, que desde allí nos lleguen las partículas correctoras que hagan modificar cualquier mala situación, cualquier situación insana o distorsionada.

El acto tan vulgar y sutil de juzgar, que se da tan a la ligera entre nosotros crea corrientes muy destructivas, y de ellas se sirven los seres que persiguen fines concretos en esta vida terrena. De hecho, cuando juzgamos, no damos con una vara en la cabeza a nadie, pero ese puñal que clavamos en las almas ajenas viaja como esos dardos: primero se modifica la secuencia terrestre y quizás quien lanza ese mensaje consiga su fin, pero tarde o más temprano todo ello volverá a su lugar, volverá a corregirse… Ese, quizás, sea el fin de la Justicia Divina. Esas partículas, incansables están, no-están, van-vuelven, vuelven-van y tratan de re-codificar cada mala corriente energética.

Todo vuelve a su sitio. Y en el Sitio Final no existe juicio… Allí, sólo hay una Mirada que descansa o ve con tristeza o con alegría lo que realmente ha sucedido o sucedió en el Corazón, en el Alma de sus Criaturas, pero sobre todo Abraza de nuevo al Ser Creado. Lo Abraza, lo Acuna, le da el Descanso, le da la Mirada limpia del Corazón de Dios. No hay juicio. No hay Juicio. Juicio significa fin. El fin no existe en el Corazón del Creador.