Dedicado, asín, sin más, y sinni-menos, a todos los «gobernantes» de este tirano-mundo, instalado en un Planeta muy hermoso, el cuál, no sé por qué cojones, decidió un buen instante dar-nos la Vida a Todos y a Todas.
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–¡Que les corten la cabeza!
–¡No, no, reina del Consejo, mejor que se la arranquen entre ellos!
–¡Esto es una vergüenza!
–¡No, reina, esto es una MIERDA!
–¡Que les corten la cabeza!
–¡No, reina, no, mejor te propongo que lo pongamos a votación!
–¿A votación? ¡¿Y de quién? Si justamente a estos les votan una caterva de des-cabezados! ¡Que les corten la cabeza a ellos también!
–¡No, no, mi reina, no hay tanta hacha ni guillotina para todo el «pueblo» de des-cabezados! Además, reina del Consejo, no todos ellos les votan y no sabríamos a quién estamos decapitando…
–¡Ah, para eso, Suplicia, tengo yo una respuesta, seguro que no fallo! ¡Ten cuidado no te corte a ti también las trenzas!
–¿Las trenzas? ¡No, por dios, ellas son mi «poder» y mis antenas para la sabiduría!…
–Acabásemos, Suplicia, que te has creído Sansón…
–¡No, apreciada reina…! Lo que sugiero es una votación, pero no del «pueblo» sino de los animales del bosque. Ellos son sabios, además tenemos el apoyo de los animales de las granjas… Ellos sí conocen a estos humanos, a este pueblo, ellos escuchan y saben lo que dicen de sus «gobernantes»…
–¡Ah… sus gober-tunantes! ¡Ja, ja, ja, ja, jajajajajajaja….!
–¡Basta, basta, basta, basta reina, para ya… Si no, podremos estar así hasta el siglo XXII!
–Vale, pero que sepas que no estoy aquí por gusto… sino a disgusto y deseo terminar cuanto antes este falsidrama, este asco de panorama… para eso me han enviado, para eso me escogieron: ¡A mí! ¡La de peor talante de todo el Consejo del Intra-Mundo! (¿Te suena eso del «talante»?, menudo jilipollas papafrita.)
–Sí, sí, lo sé, lo sé reina. Y te agradezco en nombre los cuatro;… bueno, los tres;… bueno, los dos;… bueno, te lo agradezco en nombre del único que me avisó de lo que aquí sucedía…
»Este buen hombre, harto ya de tanta escabechina donde sólo mojan los que llevan la batuta, me llamó un día. Un día en el que se debatía entre sueños y pesadillas «¡Suplicia! ¡Suplicia, trae a la Reina, hay que cortar cabezas!»
»Justo ese día pasaba yo muy cerca. Entonces, oí la angustia de ese pobre hombre… A este pobre hombre le habían cortado la luz, el agua (aunque no tenían cabezas), y lo iban a desterrar de su vivienda porque los ladrones banqueros ya no iban a sacar tajada de él, con lo cual decidieron quitarle lo último y todo lo demás que le quedaba… No todo y con eso, los falsos de los «programas de ayuda» para el pueblo se lo quitaban de encima, le decían que ya no tenían «subvenciones» y que el trabajo ya no existía…
»La verdad, reina del Consejo, era que esa cuadrilla de ladrones y estafadores se habían chupado, barrido, pulido, chorizado, ( etc.), para sus cajones todas esas «subvenciones». Es más, y no hartos y con todo eso, los que estaban sentados dictando «leyes» habían acordado junto con esos otros (los de la batuta), el dictar «leyes» para robar «legalmente», y así hacerse con toda la riqueza de toda la gente…
–¡Alto, STOP!!! ¡¿Y el resto de qué vivían?!
–¡Ah, el resto seguían la pantomima de los que te he nombrado y seguían con su rollo en «trabajos» al servicio de esos que te he dicho, o sea una maraña compleja y completa.
»Así, así, eran cada vez más los esbirros y pocos quedaban ya de verdad «obreros». De hecho, sólo los necesarios para mantener su teatrillo… Al resto los fueron barriendo fuera y metiendo en el estercolero del mundo…, de este mundo.
»Así y así, reina del Consejo, ellos (los de la batuta) seguían con su rollo de siempre, y cada vez que venían las «elecciones» que les iban a asegurar (a ellos) su «puesto» para seguir robando legalmente, llamaban a filas a todos, les aseguraban (de nuevo) que todo iba bien…, que se estaba creando trabajo y riqueza y bienestar y que el país iba a salir de la cro-cro-cro-croada-CRISSSISSS-¡Atchís!
»Sí, reina del Consejo, en estas estamos ahora mismo: en tiempos de «elecciones» donde eligen a sus elegidos a dedo y les prometen que si llegan no les va a faltar el Ünte y que no se olviden ellos tampoco de üntar a los de su «equipo». En este escenario estamos, reina… por eso te enviaron aquí…
»Las mentiras crecen, crecen y crecen y todo es una auténtica burla entre ellos. Entre ellos se disputan el cadáver… ¡A cuál más carroñero!
»No existe la Justicia en esta parte del Planeta. En este planeta sólo hay leyes para hacer válida y legal la injusticia, el robo, la depredación de bienes y el mantenimiento de su «estado de bienestar», el cual, tengan el nombre que tengan, lo perpetúan hasta su muerte (o eso pretenden, claro, algunos ya lo lograron). A sus legados-descendientes les confieren propiedades de miles de millones aquí o en otros lugares del planeta para que no se sepa todo lo que tienen. Y a los ciudadanos (ilusos) les dicen que hay que apretar el cinturón y pagar las deudas del «estado». Encima con el descaro de hacer culpables a todo el mundo, mientras ellos han seguido llenando sus arcones… En fin, todo un rollo que esos ilusos, esos ciudadanos más que idiotas se tragan año tras año…
»En estas estamos, reina del Consejo, que hasta se dan de hostias públicamente para robarse los puestos que les dan el dinero y la «legalidad» para robar… Pero no pasa nada, todos ellos son unos criminales y lo saben, son conscientes y se valen de que el pueblo-lego ya no desea ser violento ni tomar armas, porque allí donde lo han hecho, han terminado peor, con los mismos o peores resultados.
»Al fin y al cabo, reina del Consejo, son unas alimañas (pido disculpas para ellas porque son útiles para la Naturaleza), unas alimañas que se codean entre ellos… de vez en cuando una esgarrapada, cuando son «tiempos» decisivos para su postergación.
»Pido, pues, Reina, que demos a votación esta singular depredación entre esta especie… Este tipo de destrucción que no se da en ninguna otra, además, con el agravante de que se creen los dueños y señores del resto de las demás Especies.
–¡Vaya, vaya, vaya! ¡Que les corten la cabeza!
»Ya te lo dije en su momento, Suplicia, y eso sin saber todo lo que se cuece en este apestoso fregadero… Pero, habiendo sido enviada, tendremos que hacer justicia de verdad. Por tanto, joven Suplicia, que comience la rueda del juicio para que se den cuenta delo que hacen estos criminales y se caguen patas abajo cuando les demos el Veredicto.
»¡Dicho, que comience YA!!!
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Queridos oyentes, escuchantes del pueblo, a aquellos que quieran oír, y, sobre todo, a aquellos que deseen terminar con esta farsa os pido que prestéis atención y que os suméis al Veredicto Final, ya que, como bien comienza este Cuento, que no es tal, sino real como todo lo que está sucediendo ahora… Bueno, eso si lo metemos dentro de todo este teatro de falsimundo.
Vuestra colaboración va a ser decisiva, y quienes van a dar testimonio no vais a ser vosotros, que por implicados (se os debiese también de ¡cortar la cabeza!), sino aquellos otros que son las reales víctimas de todo este entramado, y que, al fin y al cabo saben más que vosotros ya que ellos no participan, sino que son las Víctimas de toda esta manipulación.
Los llamados van a ser pocos, muy pocos… Los testimonios muy pocos. Ellos hablarán de lo que los humanos han hecho con sus especies… Luego todo eso traspapelado a este entramado de mundo, en que ya están en las últimas asfixiando hasta a sus congéneres de especie, es fácil deducir y observar que si no se llega a un CAMBIO RADICAL DE ACTITUDES todo esto se irá al garete… Con una diferencia: ellos en ataúdes de marca y relumbre o plomo… Vosotros, vosotros a los cajones, a las cenizas o a las zanjas… que ya ha pasado antes en miles de millones, y no por eso hubo «contaminación» ambiental. Básteme recordaros los VEINTE MILLONES DE CADÁVERES pa’arriba o pa’debajo de los que hasta se sacaban relumbretes unos des-cerebrados. Y de esto no hace tanto, ni cien años han pasado… ¡Qué va, qué va,… qué va! ¿Ya lo hemos olvidado? ¡Ah, claro, si con eso del tiempo-lineal, os han metido un sello del carajo! ¡Vaya, que ni os enteráis! ¡Vamos, que no se diga, despertad de vuestra pesadilla! ¡Escuchad! ¡Escuchemos, pues!!!
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–¡Suplicia, llama al primer testigo!
–¡En nombre del Consejo de Intra-mundos, llamo como primer testigo a la GALLINA!
–¡Pop, pop, pop… ejem, ejem… bien, aquí estoy Suplicia, díme, ¿qué quieres que te aclare?!
–Bien, Gallina, dinos, porfa, ¿qué edad tienes, dónde y cómo malvives y cómo predices el final de tus «días» y en el nombre de qué o de quién?
–Tengo cinco meses y ya me han encerrado en una caja-ponedora. Rejas por todos lados… no me puedo ni girar, no puedo dormir. Tengo un agujero por delante donde saco mi mal pico, porque también me lo cortaron, así tengo que estar hora tras hora comiendo, bebiendo, cacareando, poniendo huevos. Estoy en una nave inmensa donde hay tantas víctimas como yo que ni te sabría contar… Pero además ya estamos tan mal que ni siquiera cacareamos entre nosotros… Nos dan para comer cosas artificiales con residuos artificiales para que nos engordemos y pongamos huevos, huevos, huevos, huevos… todo eso en nombre, no de una des-nutrida humanidad, sino de unos negocios descomunales. ¡Ah, Suplicia! A cada hora sacan cadáveres de nuestras hermanas extenuadas… Y… de tanto en tanto, que no mucho, ya nos sacan a todas, nos van tirando dentro de cajas (todavía vivas) para llevarnos al matadero…
»Ese es mi testimonio: este mundo de humanos es un infierno. No nos comen a nosotros por hambre sino por su gula… cuando las más de las veces terminamos en cubos de basura por hartazgo o bien se nos echa en grandes cubiles para, casi una vez podridas, servir de «comida» para otros animales, sí, esos que ellos llaman «mascotas».
»Ese es mi testimonio, Suplicia. En este mundo no existe el sentido común todo es falso, todo es químico, todo es acelerado, todo está sembrado en la muerte,… aunque eso sí, procuran llevarlo lo más púdico posible, para eso van de blanco… para que no se sepa que…. ¡En fin, perdón, las lágrimas de pollo se me saltaron!!
–Quedas disculpada Gallina, lo que me sorprende es que ni tan siquiera lleguéis a vivir ni un año en esas condiciones: ¡Pobrecillas!
***
–Bien, que pase el siguiente testigo. Llamo a la CERDA (con perdón).
–¿Qué quieres que atestigüe, Suplicia? Mi testimonio es muy similar al de la Gallina, sólo que yo no pongo huevos, a mí me inseminan y voy pariendo cerdillos, uno tras otro, uno tras otro… y los pobrecillos, sobre porquería y orines, ni tan siquiera me dejan estar a su lado ya que mis tetas están separadas por rejas desde donde ellos maman… Nuestras «vidas» son horribles. Patinando sobre excrementos, en cajones enrejados donde ni siquiera podemos bien estirarnos… y, cuando se cumple el tiempo, sobre todo para mis hermanos, a estos los llevan a tirones y a palos, los meten en cajones y al matadero. Allí, en camiones, en jaulas, los llevan corriendo, no importa… Siempre los oígo chillar desde mi encierro… Sí, Suplicia, eso es lo más parecido a lo que ellos hicieron no hace mucho tiempo con sus semejantes, y lo mismo que siguen haciendo y peores porquerías entre todos ellos. Y eso en nombre de qué ¿del hambre? ¡No, Suplicia, no! Todo eso en nombre de los mercados, todo eso en nombre de la gula, todo eso en nombre de lo que no tiene nombre… Y ni te nombro lo que están haciendo con nosotros en otras partes: granjas de cerdos para extraer nuestros órganos para trasplante a los humanos… Y en otros laboratorios: crean aberraciones, eso han intentado: cerdos con seis patas: con triples mamas… Y todo eso en este mundo en el nombre ¿del hambre? Bueno, me parece que ya he dicho demasiado, ahora deseo retirarme. Gracias, Suplicia, por haber rescatado a toda nuestra Granja y darnos a partir de ahora Una Vida Digna. ¡Gracias!
–¡Gracias a ti, Cerda, que tu tiempo sea largo y en consonancia para lo que se te dio la Vida: es sólo tuya y no de un chorizo de cantimpalo!
** *** **
Bien, hasta aquí nuestros breves testimonios, y no merecen más ya que de todo lo demás se saca el resto de consecuencias.
La avaricia de los humanos ha trastocado hasta el último de los sentidos del Planeta y del Universo. Este mundo se ha convertido en un nido de víboras, eso sí, pulimentado, reglado y legalizado, donde si te quieres comer un pollo asado, un chorizo, una morcilla o un trozo de tocino, has de pertenecer o haber pertenecido a su cadena. Una cadena que ha sido la trampa de la esclavitud que ahora sale a la superficie. ¡Vaya que si ahora está saliendo!
Ahora os dejo con vuestras meditaciones, que sean breves, por favor, ya que tampoco merecen demasiado, simplemente baste vuestro SENTIDO COMÚN, porque de la razón ya no echo mano, ya que es tan falsa como este falsimundo, donde todo el mundo la tiene, por supuesto.
–¡Reina del Consejo, que decidan ellos!
–¡Id, animales de granja, id animales del bosque, id humanos con Sentido de la Humanidad y del Respeto, a deliberar qué es lo que hemos de hacer con el resto de humanos des-cabezados, que sea pronto ya que los tiempos apremian, por eso me han enviado!!
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El jurado, al completo, que fueron muchos y se nombraron con la mirada… Una mirada de asentimiento y de tristeza, marcharon un momento. Al momento volvieron.
–Hemos decidido, reina del Consejo, Suplicia… Que, aunque y de verdad casi muchos, casi todos ellos y muchos de nosotros merecemos que nos corten la Cabeza… Hemos decidido que, aunque seamos pocos los que con el Sentido Común estamos y todo esto nos llena de una enorme tristeza… Hemos decidido que: ¡SE CORTEN LA CABEZA ENTRE ELLOS!
–¡Bien. Así sea, lo transmitiré al Consejo! Sólo deciros una cosa: es justo lo que habéis decidido, pero por nuestra parte sólo nos cabe añadir que: vuestro tiempo se va a acelerar… que se va a acelerar tanto que quizás tengáis que sufrir. Es justa la decisión y he de deciros que no vais a quedar muchos en pie… Pero es justo ya que a ellos pertenecéis: a los Justos. Más tarde, no será sino en vosotros donde Reine nuestro Reino, y el submundo ya no será tal sino que será un Salem floreciente porque habréis hecho Justicia.
»Eso sí, no me voy sin las ganas de decir ¡Que les corten la cabeza! ¡Ja, ja, ja, ja, que se la corten entre ellos! ¡Apartáos los justos porque esto va a salpicar!
»Vamos Suplicia, que aquí ya hemos terminado.
The end
del cuento que no es cuento. Autora: Aquarius. Podéis reproducir donde os salga de las narices, os pido, eso sí, en nombre del sentido común (que es de todos), que nombréis la fuente. Nada más. Gracias
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