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¡Ayuda, Ayuda, Ayuda!!! La palabra más mágica

Aprender que estamos solos.
Aprender, asimismo, que NO ESTAMOS SOLOS.

Aprender del otro, aunque cueste.
Aunque cueste APRENDER DEL QUE ES DISTINTO.

Todo, todo es cuestión de VOLUNTAD…
Y… SÍ… cuando ya no podamos más…
¡¡AYUDA, AYUDA, AYUDA!!!

Aprender a discernir que nuestras necesidades son el motor de nuestros DESEOS. Y que convertimos nuestros DESEOS en necesidades no admitidas racionalmente… Por eso convertimos nuestras necesidades en SUEÑOS, DESEOS, ESPERANZAS,…

La necesidad misma de NO ESTAR SOLOS nos lleva a buscar e intentar encontrar: amigos, amistades, pareja,… incluso quizás nos lleve a algo tan profundo y que debiese de ser meditado como: TENER HIJOS… prolongarnos… creer que con ellos no nos vamos a sentir solos y que, incluso, nos vamos a sentir realizados… Como si eso fuese realmente UNA REALIZACIÓN, personal o de camino de vida…

HEMOS DE CAMBIAR/MODIFICAR nuestro paradigma personal para trans-MUTAR-NOS. Ser conScientes de que muchas de nuestras «necesidades» biológicas y psíquicas nos impulsan a buscar cosas que no deberíamos buscar y menos encontrar… ya que ese impulso nos empuja a querer encontrar «nuestro espejo», sí, como si fuese un reflejo o un muñeco que va a atender nuestras necesidades y precariedades…

HAY QUE EMPEZAR A SER CONSCIENTES, pero sumamente CONSCIENTES de lo que buscamos, hacemos y encontramos y con quién estamos, dónde y con quién buscamos satisfacer ese vacío o necesidad…, ese encontrar que, las más de las veces, puede ser totalmente erróneo, y con ello no solo llevamos al catastrofismo a los demás sino a nosotros mismos, eso lo primero, porque somos totalmente inconscientes…

AMIGOS, NO ES LEY (me refiero a Ley Cósmica trascendente o Evolucionada) lo que los caminos sociales nos impelen a hacer y a querer que realicemos, como simples autómatas y clones no solo de nuestro alrededor, sino de nuestros antepasados…

Por eso, ser CONSCIENTES de que eso que muchas veces buscamos como «amor» en otra persona está, la mayoría de las veces equivocado… PRIMERO HAY QUE SABER SER UNO CONSIMO MISM@ y a partir de ahí, hay que saber ENCONTRAR no solo al OTR@ sino a los DEMÁS.

Si empezamos a ser conscientes de esa SOLEDAD real, porque venimos SOL@S y nos vamos SOL@S y sin absolutamente ningún «bien material», y que lo que venimos a hacer aquí a este PLANETA (no quiero llamarlo mundo porque es muy subjetivo y metido en costuras sociales) es VIVIR y a REALIZAR VIDA… Pero para eso tenemos primero: que despertar nuestra CONCIENCIA y ser CONSCIENTES individualmente de nuestro Espíritu (por no llamarlo nuestro YO individual) y a partir de ahí empezar a caminar para saber ENCONTRAR, ESTAR y COMPARTIR no solo con el OTR@ sino con los DEMÁS, no solo humanos, sino también con el resto de Seres Vivos.

Saber estar SOLOS, no como el «yo egoico» sino como el YO divino de creación cósmica o como ENTE ÚNICO que siente y que a partir de ahí puede transferir todo lo que siente, comunicándolo y dándolo a todo lo que lo envuelve en todos sus aspectos…

DESDE AQUÍ, y desde este post lo que quiero comunicaros es que CUANDO NOS SINTAMOS SOLOS, SOLOS DE VERDAD, que no tengamos nada ni a nadie en quien apoyarnos o con quien compartirnos, y que realmente tengamos la necesidad de recibir AYUDA, entonces debemos clamar, como una oración, como un mantra a nuestro COSMOS ENVOLVENTE: «¡AYUDA, AYUDA, AYUDA!!».

Una palabra mágica que el COSMOS no va a desoír, y sobre todo empezar a trazar esas antenas entre nuestro yo (o nosotros con todo lo que nos envuelve) y con el resto… elevando esa petición, mentalmente, hacia eso que hasta ahora hemos llamado «cielo»,… El cielo que enseñan en muchas religiones, pero que no es tal, sino que es todo lo que nos envuelve… Las partículas divinas son las encargadas de transmitir nuestra necesidad de AYUDA…

Claro, para pedir AYUDA hay que hacerlo desde la Humildad, desde la auténtica necesidad, porque bien no tengamos nada claro, porque sintamos tristeza o el vacío que nos descoloca y nos des-sitúa de nosotros mismos abocándonos a sentimientos vibracionales negativos o de vacío.

ES EL PRIMER PASO: ¡¡AYUDA, AYUDA, AYUDA!!
Después sabremos pedir AYUDA con humildad a quienes nos rodean, cerca o lejos… Cuando hayamos adquirido esta Consciencia sabremos no solo pedir sino DAR ESA AYUDA, y entender, sin necesidad de palabras ni de peticiones QUÉ ES LO QUE LO QUE NECESITA TODO LO QUE NOS RODEA Y LOS SERES QUE NOS RODEAN… Es una metafísica que desarrolla la TELEPATÍA, promueve y eleva la EMPATÍA: YO soy TÚ – TÚ eres YO… Nada hay que no sea YO MISM@ – Nada hay de mí MISM@ que no sea TODO LO QUE ME RODEA Y LOS DEMÁS…

¡¡¡GRACIAS INFINITAS DESDE MI CORAZÓN!!!

¡¡HAY QUE EMPEZAR A APRENDER DESDE LO MÁS HUMILDE PARA LLEGAR A LO MÁS GRANDE!!! Y lo más grande siempre es y será infinito… Pero así habrá de ser nuestro CAMINO PARA ABRIR LA VIDA, PARA ABRIR LA EXISTENCIA, para también, quizás en un futuro no muy lejano, saber hacer buen uso de todo lo que se nos ha dado, sin necesidad de la comprobación materialista de la metafísica de lo no visible. Es posible, que desde ahora, desde ya, seamos capaces no solo de vivir más años porque sintamos total SINTONÍA con toda la CREACIÓN, sino que esa necesidad de VIVIR EN SINTONÍA será la que nos lleve a VIVIR MÁS AÑOS EN ESA ARMONÍA CON TODA LA EXISTENCIA.

UN BESO GRANDE y GRACIAS

Yo, también quiero pediros

¡¡AYUDA, AYUDA, AYUDA!!! porque yo no soy nada sin vosotros, solo una partícula que si no se une a otras no podrá llegar a percibir toda la grandiosidad de la EXISTENCIA. Hagámoslo, pues, posible….

SEAMOS CONSCIENTES
¡¡¡AYUDÉMONOS COMO
UN SOLO EJÉRCITO DE VIDA!!!

(Esto lleva a muchos replanteamientos falsos y de falsedad social, PENSAD EN ELLO!!! porque es sumamente importante todo lo que hagamos y cómo lo hagamos…)

Hemos perdido la costumbre de ser ayudados

¡Qué extraño y cruel mundo éste! Lo reconozco: esta sociedad es algo que han cocido los llamados poderes y dirigentes. Pero también reconozco que la hemos cocido nosotros con un largo y prolongado esfuerzo.

Este sábado me sucedió algo que es el origen de la presente reflexión. Una dura reflexión porque refleja el mundo en que habitamos, con quiénes habitamos y lo que destila. La conclusión es sencilla: cuando algo te pase, olvídate, porque la consigna de este mundo es que «nadie da nada a cambio».

Me sucedió, supongo, porque estoy en trance, camino o vía de recibir «ayuda», aunque, en realidad, ya hace tiempo que me vienen ayudando. Sí, desde luego, esta ayuda es algo totalmente condicionado, pero reconozco que dentro del panorama en que estoy ahora no me cabe más remedio que aceptarla y reconocer que dentro de todo lo que hasta ahora he vivido, quizás, sea lo más desinteresado que estoy recibiendo como ayuda. ¡Vaya, ni mi padre biológico quiso ayudarme en su momento cuando estaba también pasando un duro puente! Después, vas sintiendo por ahí las puñaladas de depende a quién te acercas. Lo más normal es que nadie atienda a nadie. Lo más «normal» es que te digan «que te las peles con tu problema, que te las peles con lo que tú has creado», que te digan que «eso es Tu problema y no el mío o el nuestro». Sí, esto es lo más normal en este soci-mundo, tan social y tan dispuesto hasta ahora. Tan social y tan dispuesto hasta que comenzaron los crujires del desmoronamiento social.

Hoy me han venido a la mente esos momentos en que, y por coincidencias, he necesitado ayuda. También me han venido a la mente esos momentos en que, y por naturaleza propia, me lanzo como un dardo a ayudar en todo lo que está en mi pobre mano.

Hoy he sentido vergüenza porque he ayudado a alguien. Me han venido a la mente como un tumulto todo este mundo, terrible, de las llamadas «ayudas».

He salido de casa, justa de tiempo, calculando la hora larga de camino que necesito para llegar hasta el pueblo andando. Tenía que poner un correo urgente en internet. Me era vital llegar a tiempo.

Casualmente, hoy, me he cruzado como alguna otra vez con un hombre, con el hombre que, sé ahora, es el dueño de un fracasado restaurante que está cerca de donde ahora estoy y que por ello está cerrado y en venta. Casualmente, hoy me ha hablado. Me ha dicho que «de vez en cuando pasa un autobús». Sí, casualmente, como una o dos veces al día, pero no lo uso porque no voy en horario y porque me hace falta hasta el último céntimo, con lo cual pies y pa’lante que ya llego.

Me he entretenido con él, creo que unos diez minutos, charlando, pero me ha venido bien. Ya iba tarde, el locutorio cerraba a las 2 de la tarde. En el pueblo he mirado el reloj que suelen tener las farmacias. ¡Vaya, le he arreado a la marcha! Eran las 13,35, aún llegaba aunque me faltaba un poco.

Iba tan deprisa, tan corriendo, arrastrando el carrito de la compra que no sé si él me llevaba o yo lo llevaba volando.

Frente a mí se aproximaba un abuelo. Se apoyó en la pared y dejó una pesada bolsa de la compra en el suelo. Le dolía el pie. Sin pensarlo pero pensándolo (¡Vaya, que me cierran, que me cierran, que no llego!) «¿Le ayudo abuelo?» Le he cogido la bolsa más pesada. «¿Hasta dónde va?» «Ahí, en la esquina, doblando, tengo el coche».

Llevaba tan condenada «prisa» que estaba por decirle: «Deme las bolsas que se las dejo y me voy volando». Pero luego he pensado «¿Pero cómo vas a hacer eso, tía?», si no te conoce.

Iba tan despacito, le dolía tanto el pie, y yo llevaba tan condenada «prisa», que le he dicho que me diera la otra bolsa para así ir un poco más ligero él y poder llegar un poquito antes. (¡Me cierran, me cierran… bueno, es igual, sería igual si no fuese importante! ¡Joder, precisamente hoy!)

Cuando he querido cogerle la otra bolsa me he dado cuenta de que el hombre Pensaba que yo podía hacerle algo así como robarle la compra. Entonces le he cogido del brazo y hemos marchado juntos, él con la bolsa en la mano. Ya no he insistido.

Me debería de haber callado. ¡Maldita sea! No le tenía que haber comunicado mi inquietud por mis asuntos. Simplemente estaba allí ayudando. Me he arrepentido luego de todo corazón. Lo he pasado mal porque se me han agolpado todas las malas cosas de esta maldita sociedad en mi interior.

Al llegar al coche seguía nervioso, buscaba las llaves del coche y no las encontraba «¡Vaya, ahora sólo falta que haya perdido las llaves!» «¡Tranquilo, hombre, tranquilo, si la que llevaba la prisa era yo! Ahí, en el bolsillo se le sienten unas llaves.» Ha rebuscado en los bolsillos, primero unas llaves que no eran. Pero luego, en otro, ¡Por fin encontró las llaves del coche! Ya más tranquila yo. Pero, lo he seguido pasando de lo peor. En esos instantes me llegó a cruzar por la mente que no hubiese pensado que le hubiese robado las llaves. Sí. Tengo que reconocer, que, a lo mejor, en otro instante hubiese obrado de otra manera más tranquila, pero he transmitido toda mi ansiedad al abuelo, que me decía que nunca le había pasado eso, que nunca había tenido un accidente y que el lunes iría al médico. «Eso es lo que tiene que hacer, y, si puede, cómprese un carrito como éste que le ayudará».

Bueno, todo ha concluido bien, le he preguntado su nombre y me he presentado y resulta que más o menos veníamos de la misma zona, pero yo mucho más lejos. «Ya me verá por ahí, por ese camino suelo ir bastante».

Hemos perdido la costumbre de ser ayudados y es que la palabra «ayuda» quizás implique algo momentáneo, algo espontáneo. Esa espontaneidad la hemos o la han perdido la mayor parte de la gente.

Reconozco que los pocos varapalos que me han dado han sido suficiente para mirarme muy muy bien a quién me dirijo, la forma, el tipo de ayuda que solicito y en qué medida puedo ser ayudada. Es más, ya acudo a los centros «oficiales» diciéndoles «En realidad no sé en qué me podéis ayudar». Y es que en esos sitios «oficiales» no tienes derecho a nada si no eres un «ciudadano» contribuyente, y, sobre todo, empapelizado hasta los dientes. Te piden de todo, menos el certificado de defunción porque, supongo, que estás de cuerpo presente solicitando algún tipo de «ayuda oficial». Ayuda que, por otra parte, casi siempre te es denegada porque precisas de unos requisitos, tales como haberles pagado a ellos hace muy poco, es decir, haber echado dinero en sus arcas contribuyentes.

¡Dios mío! ¡Qué vergüenza! escuchar a través de un medio, como es el radiofónico que qué morro el de los griegos «¿cómo se atreven a pedir a quienes les han dado?» Llamarles chulos a los negociadores de lo imposible. A los negociadores que negocian para tratar de sacar a las gentes de un país de la ruina, de la ruina de la cual esos «grandes» han sido los responsables con los cebos de la avaricia.

Y tienen razón. ¡Cuánta razón tienen! A ver cómo narices sales de una Ruina sin tener medios para salir de ella.

¡Cuánta razón tienen! Es por ello por lo que mucha gente se ha visto y se ve abocada a dormir en la calle o en un cajero. Imposible conseguir medios para vivir dignamente o buscar un trabajo. Imposible si no tienes medios. Encima, seguramente, debes de tener mucho morro cuando pides ayuda o cuando pides a la entrada del metro o en la calle o en la puerta de un súper, cosa que está prohibidísima, ya que no se debe molestar a los buenos ciudadanos consumidores. Estos ciudadanos deben quedar lejos de todos esos problemas que los tienen «otros». De los problemas que «Ellos Se Han Creado». La justificación ya la sabemos porque para no ayudar a los demás siempre tenemos justificaciones a mano.

Pero ¡Qué duro y qué cruel el mundo que hemos o han estado cociendo muchos! ¡Qué duro y qué cruel el no ofrecer un saludo en un camino casi desierto! ¡Qué duro y qué cruel no ayudar al que no puede andar, a llevarle el peso que le agobia! ¡Qué duro y qué cruel que cuando acudes por natural tendencia, tengas que oírte unas horribles voces dentro!: «¡Cuidado, quizás no le estás ayudando porque le estás poniendo más nervioso que si tuviese que arrastrar el dolor y el peso!»

Sí, cuidado con lo que hacemos porque DECIDIDAMENTE estamos obligando a los demás a no pedir ayuda.

Pero, sobre todo, debemos ser conscientes, cuando intentamos ayudar a alguien de entrar con tanta dulzura, delicadeza y respeto que… ¡me cago en todas las prisas de este cruel mundo, del llego o no llego!

Podría seguir con más,… reconociendo que a veces, y no siendo más que una muerta de hambre, a veces creo que debería inmiscuirme en más cosas en las que no debiera. Por eso, cada vez que algo se me presenta llevo tanta tanta cautela al ofrecerme… Pero el sábado fue un día extraño, quizás estaba todo conjurado para que recordase todo el daño que puede llevar implícito el negar la ayuda, el no ofrecerla, la falta de delicadeza cuando la ofreces de forma espontánea, o el imponer unas necesidades propias a las necesidades del «otr@».

Sí, el sábado fue un día extraño, porque ayuda implica algo puntual, algo transitorio. Lo demás no se puede considerar así ya que puede degenerar al propio ser humano cuando no puede salir de las circunstancias por su propio pie. Ahí es donde debiese intervenir el tan flameado «estado de des-derecho», el flamante «estado de bien-estar» para algunos cuantos. Esos cuantos que se levantan a vociferar con la boca bien grande que ellos cumplen y acoquinan, y que el resto no son sino unos babosos, unos caraduras, que encima piden para poder «salir adelante» de los farragosos y fangosos charcos que este «cruel y humillante mundo social» ha ido creando.

Dios no te empuja…

Hay veces, en las que, lamentablemente, sentimos cómo las cosas o gentes ajenas pretenden inmiscuirse en nuestro camino, y claramente, sentimos, que ¡nos empujan!

Son esos otr@s o esas circunstancias externas quienes parecen verlo todo mejor que tú mism@, ya que son ajenos a tu mundo interior.

Así, los más entendidos, dan o damos consejos sobre esto o lo otro… Esto, claramente, es empujar,…

El Humanismo no apunta desde esta vertiente, aunque a veces se sienta también desde ese mismo ángulo, ya que es toda una vorágine de fuerzas convergentes las que oprimen o tratan de presionar «situaciones»… Si entendemos esto desde la perspectiva de los «ajenos», claramente cualquier situación que en un momento determinado vino a converger, se rompe, y se rompe porque las estructuras internas y externas son placas paralelas sin ningún nexo de unión. Así vemos que si fulanito ayudó a menganito, desde un tercer ángulo esa ayuda es baldía e inconsistente, ya que el «tercero» en posición considera que menganito va a volver siempre a sus mismas estructuras erróneas de siempre, y esta teoría concéntrica, por lo general se cumple, pero hasta que fulanito no vio que menganito iba un poco errático y que la ayuda que recibía era claro interés y nada más, tuvieron que suceder diversas cosas y entender que menganito no quería, en el fondo, ser ayudado. sino sustentado, alabado, babeado, único objetivo siempre en punto de misericordia y de brazo de apoyo de una tristeza (falsa) sin fin.

Es normal, pues, que estos círculos viciosos se rompan, y que menganito, en el fondo, no desea ser ayudado sino reflotado y llevado en volandas de su propia situación, sin querer salir jamás de ella, y cualquier intento ya suena a «empujón».

Caso A: María ayuda a Elena, Elena tiene una  hija pequeña, casi un bebé, de 18 meses de corta existencia. María le anuncia a Elena que en breve no va a poder seguir ayudándole, ya que sus recursos también están reducidos, pero que le apoyará en lo que pueda… Antes de que la situación finalice, Elena, en un descuido de María (no es descuido sino confianza) le roba del bolso el poco dinero que llevaba para aquella semana. Elena muy consternada le dice… «Mira bien, seguro que lo encuentras…»; María sabe que el día anterior había contado el dinero que le quedaba y que lo había guardado justo ahí, en el monedero, porque había estado haciendo las cuentas de los gastos… Elena, empavada le da los únicos 3 euros que le quedan: –No, no, gracias ya me apaño con mis dos monedas.

María, estupefacta se aleja de Elena, pero sabe que el primer destape de la verdad ha quedado ahí, sobre quién es Elena, y que ha sido por «casualidad» que María mirase por última vez el dinero que le quedaba en el monedero antes de ir a comprar, justamente en casa de Elena.

El tercero en discordia, siempre apuntaba que Elena siempre volvería a las mismas, pero lo apuntaba con saña y con discriminación, añadiendo cosas y causas de cosecha propia para, desde su ángulo, romper esa llamada «unión».

El ejemplo A viene a mostrar las llamadas «alianzas» que terminan por romper, pero porque la estructura es totalmente in-sincera, falsa y falta de cauce de  humanidad. Al tercero en discordia le falta madurez en la Vida y se mueve por el interés o la envidia, objetando y objetivando siempre tener la razón, con lo cual no es necesario, en absoluto, la ayuda a absolutamente nadie.

Elena inmersa en su círculo vicioso se cree haber atrapado a  una nueva «víctima» de la compasión, usando, incluso, las estrategias del suicidio, la tristeza, el «no puedo más» y «no sé qué va a ser de mi hija tan pequeña»… Elena no trabaja, vive del cuento, de una supuesta subvención que todavía no ha recibido, de una mala ayuda del padre de su hija, que no alcanza ni para pañales, de Caritas, y, sobre todo, de las víctimas que va «cazando» en la vida.

María no es tonta, ha ayudado cuanto ha podido, pero deja bien claro que ya no va a poder más, y esta vez sí va a ser cierto, porque aunque pudiese contribuir ni aunque fuese con un euro o con pan y leche,… ya no lo va a hacer, es claramente consciente del rol de víctima que juega Elena y que la «ayuda» en ese sentido no es tal, ya que no va a llegar como pudiera ser que tendría que haber sido, sino que los intereses tan claramente demostrados habrán de dejar que Elena siga sola por su camino…. Elena no necesita ayuda, Elena necesita un sopapo fuerte de la vida… pero puede ser en ésa o en otra, eso ya no se sabe,… porque Dios no critica, no se enoja, no empuja, no dice cómo ni cuándo, sólo deja escoger a sus criaturas el Momento Preciso… y ese Momento ha de ser respetado, tanto si nos gusta o no, ya que cualquier movimiento o cualquier otro razonamiento puede ser discutido y alardeado de «No me empujes, por favor!»…. por lo visto parece ser como un catecismo usado por las víctimas diversas de este mundo en cualquier circunstancia o momento.

Me voy a poner también, yo, como ejemplo de este victimismo, debido a que, como todo quisqui o todo diós, yo también he sentido apegos profundos: el primero fue mi primera unión, que duró la dicha de diez lastres de años… Sí, lastres de años… No tuvimos hijos (a.d.g.) porque parece que el «destino» aquí cumple función perfecta y divina y no era de ese compañero de quien tenía que ser el hijo venidero años después. Bien, estaba claro que lo quería, pero yo sabía que no lo amaba, no, por lo menos, con la intensidad perfecta del Amor que todo lo traspasa… La Vida misma se encargó de facultarme con ese dolor con el cual yo no supe (no quise) proceder a tiempo… La Vida me enseñó que eso debía de romperse, y, efectivamente, se rompió… Fue profundo el dolor porque el apego, la cercanía, el día a día, la unión, el compañerismo, se rompió de un día para otro. En ese acto no sólo «perdí» al «compañero», sino que la muy jilipollas de mí cedió unos bienes materiales bastante sustanciales, por tal y de no llegar a otros procederes más judiciales… Nunca di la suficiente importancia al dinero o a los bienes, tenía por supuesto que la vida o en la vida iba a obtener lo que me fuese necesario. De ahí al salto de llegar a la compra individual de una casa bonita, una casa en el campo, que aunque no aislada, más de uno me advertía y me hacía querer hacer razonar, con el juicio del tercero, sobre el «miedo» y el «aislamiento»… Bien… quizás a esa casa le llegué a coger un gran cariño ya que formó parte de mi primer acto independiente y de consolidación, hasta incluso flotaba en mi mente la idea de dejarla como «herencia» a mi hijo, que vino años más tarde.

Volviendo al hilo anterior, mencionar que, una vez rota esa unión de diez largos y lastrosos años, cuyo dolor fue inevitable hasta lo impensable, en poco tiempo vi que había sucedido lo que tenía que suceder, y que debía de dar Gracias porque todo ello hubiese sucedido, una inmensa Alegría me invadió ya que era consciente  de que mi vida,  o mi «destino» no estaba ligado al de ningún  hombre, no por lo menos en ese sentido de convivencia o de «matrimoniales», aunque jamás llegué (por convicción propia) a «empapelar» dicha unión.

Lo de la casa, años después, cuando todo el mundo me decía «Véndela, véndela,… véndela…» Yo no quería, porque quería aquellas paredes y deseaba que aquellas paredes hiciesen historia conmigo hasta muchos años… quién sabe si hasta el final de mis días.

Llegó el momento en que tuve que marchar porque precisaba de otros espacios, y al marchar, precisamente, la perdí, ya que perdí el trabajo, y no pude sostener gastos… demasiados gastos… Perdí la casa de tantos años,  la casa de piedra y madera, de suelo de piedra y de pinos centenarios… esos pinos centenarios, seguro que ya estarán cortados… Pero mira, en mi Corazón ya consciente, ya no hay rincón para el recuerdo de ninguna posesión, por mucho que la haya querido o la haya deseado mantener hasta el final de mis días.

Cierto… Dios no nos empuja, cada uno a su paso, pero en nuestro interior Sabemos, y ahí no nos podemos engañar, cuáles son los Pasos que debemos Andar.

A estas alturas lo único que me sigue llamando como un Grillo en mi Luz Interior es si en estas cabezonerías o el «déjame, no me empujes, que voy, que tengo que ir… a mi paso», nos afecta sólo a nosotros… o si en este re-mecernos mecemos y metemos en el bote a los ajenos.

A veces es tan feroz el sentido de la posesión, ideológica o material, que somos capaces de cualquier cosa por conservar el estadio y el pódium donde nos encontramos «Eh, no me empujes, que voy a mi paso!…», ya que, seguramente, en muchas circunstancias, no sólo nos valemos de lamentos o ardides o patrañas o de cosas extrañas, hasta de males inexistentes que acabamos por volcarlos realmente en nuestra vida, sino que, hasta incluso, somos capaces (inconscientemente) de lastrarnos a las situaciones a través de la enfermedad. Este es un recurso del subconsciente bastante frecuente, donde nadie, ya, aparentemente, debe de empujarte, ya que estás «enfermo» y se debe respertarte.

Sólo, creo, que hay un hilo o una verdad consecuente: DIOS NO EMPUJA, no empuja nadie… todos vamos a nuestro paso…., pero, tarde o temprano, todo cae, o los castillos de viento, o las casas de papel, o las situaciones extrañas y poco claras, o las dependencias, o los apoyos,… todo cae como un castillo de naipes a nuestros pies. Si hemos sabido verlo a tiempo o, por ventura, algo se cruzó en nuestro camino a tiempo, entonces, seguramente, podremos retomar el Camino, pero si hemos caído en el agujero de la letanía y del «no me muevo», entonces, lo más seguro es que las situaciones mueran con nosotros, y nosotros con ellas.

No, DIOS NO NOS EMPUJA, al contrario, pero nos pone en caminos, a veces extraños, donde debemos (o deberíamos) escoger rutas (derecha, izquierda…), sentarnos un rato y luego proseguir, siendo conscientes de que todo cambia y que en nuestro Camino no debemos arrastrar a nadie. La enseñanza es: SÉ LIBRE, ENSEÑA A SER LIBRES A LOS DEMÁS, ENSÉÑALES A ESCOGER ANTE TODO.

Aprender, enseñar a Escoger y a valorar es algo inestimable que tenemos que hacer con los demás y con nuestros más jóvenes, sean nuestros hijos o no. Eso sí: jamás deberemos de empujar, jamás… y jamás deberemos de lamentarnos si fulanito, menganito o un tercero escogió mal, jamás… La oportunidad es de Tod@s: DIOS NO EMPUJA, NO CASTIGA, NO FUSTIGA, NO CRITICA… debemos tomarnos nuestro Tiempo, pero en ese tiempo no debemos ni crear ni re-crear víctimas, inocentes o no.

Tomemos nuestro tiempo, sobre todo para quien de Verdad Busca, Econtrará… la Enseñanza quizás no estribe en estar o no con fulano o mengano, o en tener tal o cual, sino en que todo se pierde, en que todo se puede perder y que nada es fijo y que lo único que debemos atender es a nuestro Horizonte Interior, a nuestro Sol, para desde ahí Nacer cada uno de nuestros días e iluminar todo y a todo cuanto nos rodea.

No, el empujón no viene en que dejes o no, sino que viene en Comprender el puzzle de tu vida y el por qué te encuentras en TAL o CUAL SITUACIÓN. Sólo a partir de ese conocimiento podremos empezar a valorar, realmente, la auténtica Estructura de nuestra Vida como lo que somos: seres individuales que no deben ni de empujar, ni de arrastrar a los demás, sino que debemos actuar en conjunto y por otras Leyes: la Ley de la Atracción, la Correspondencia y el Amor… todo lo demás es tan circunstancial como irreal… porque es finito, temporal y quedará relegado al olvido. Pero  nuestras Actitudes no, éstas nos acompañarán, hasta incluso si hace falta, hasta el más Allá, hasta que no hayamos resuelto nuestra Luz Interior, nuestra Libertad como Uno y como el Todo que somos.

En el grado que hacemos afectamos, y no sólo a nosotros mismos, sino a Todo cuanto nos rodea. Cuidémonos de nuestras falsas actitudes y de nuestras falsas dolencias, no vayan a ser un escudo de protección para no hacer nada y sumerjamos a los demás en un pozo o en un tarro de mermelada, cuya dulzura durará lo que dure la situación, o sea el almíbar del bote.

Esto puede ser incluso más largo, pero no estamos preparados, creo que ni tan siquiera yo, ya que el acercamiento a los demás se puede hacer desde otros ángulos, sobre todo desde el ángulo Humanista, pero para ello tiene que haber concordancia, relajación y un entrelazarse como en un microcosmos hasta que ya no se sienta que: «Joder, deja ya de empujarme…!!» (Esto se lo dijo Elena a María, que conste y que no va en ningún otro sentido, sino en el sentido mismo de que parece repetirse, hasta incluso para mí se repitió en determinados momentos de mi vida.)

La actitud Humanista procede sin empujar, procede con el Respeto, entrando suavemente, valorando cualquier circunstancia… Pero y reconozco que no estamos preparados para ello: las lecciones de ego han sido muy fuertes y la resistencia, como consecuencia está tirante y por donde se toque, rompe.

Un abrazo