Los Mayas se fueron a la playa,
hartos ya de tanto calendario.
Y, hartos, decidieron que iban
a fomentar de ahí en adelante:
¡Todos los días son festivos!
Al llegar los conquistadores
con sus estandartes:
¡Oh, decepción,
estaban todos en la playa
del Dorado, tumbados sobre la panza,
rascándose con delectación
y riéndose de los pobres imbéciles
que venían cargados de banderas,
banderas y estandartes,
con cosas raras sobre la cabeza,
cabeza, que, por otra parte,
era sumamente extraña:
Llevaban pelos hasta en la lengua!
Quizás fue por eso que nada más verlos
decidieron que lo que se merecían
era ni más ni menos que eso:
Un calendario de piedra.
Lo que hicieran con él daba igual, igual, igual.
Ellos ya tenían declaradas sus vacaciones.
¿Para qué iban a alentar a esos alentadores
conspiradores de la historia
para que se despanzurrasen a gusto
sobre los maizales de mayas y aztecas?
Lo peor: que despanzurriasen
a los pobladores de los pueblitos mayas
y de otras latitudes y maizales…
Ellos ya tuvieron bastante:
aprendieron que los sacrificios
iban a traer más y más sangre,
por eso allí estaban ellos:
los conquistasangres.
Sí, hicieron bien en regalarles los mayas
aquel inmenso calendario
a esos raros de conquistadores.
Contentos, marcharon todos
con el pedrusco en romería
hacia los barcos para dar la buenanueva
de que nuevos mundos iban a venir ya cerca.
Contentos, porque según les dieron a entender
los mayas y aztecas: a ellos ya les fue bien.
Por eso ahora entraban todos en vacaciones.
Marcharon los barcos de nuevo hacia la ruta de vuelta.
No importa, no importa… en el cam-ino, ejem…
en el mar-ino de vuelta perdieron su tino.
Casi todas las naves naufragaron,
salvo una, claro: la que llevaba el pedrusco.
Así, fue como el Calendario Maya
llegó intacto a las Españas y a las Europas.
Desde entonces, cientos de cabezas
se andan rascando, no la panza,
sino las neuronas,
intentando descifrar los dibujitos,
hechos con muy mala leche,
por cierto,
para que les diesen el acertijo
de irse todos los del gran Occidente
a tomar por saco. Perdón.
De irse todos de vacaciones
como ya lo hicieron sus escriptores.
Y, es que en este mundo,
no hay nada nuevo.
No sé si escrito, pero nuevo: no.
Por lo tanto, no hay nada mejor
que descubrir el descubrimiento
de cómo vivir sin rascar una:
como vieron hacer a los mayas:
tumbados panza arriba,
decretando que el famoso calendario
y su secreto era eso: vacaciones eternas,
sin dar una, por supuesto ni 21 o 12.
Fin.