Hay veces, en las que, lamentablemente, sentimos cómo las cosas o gentes ajenas pretenden inmiscuirse en nuestro camino, y claramente, sentimos, que ¡nos empujan!
Son esos otr@s o esas circunstancias externas quienes parecen verlo todo mejor que tú mism@, ya que son ajenos a tu mundo interior.
Así, los más entendidos, dan o damos consejos sobre esto o lo otro… Esto, claramente, es empujar,…
El Humanismo no apunta desde esta vertiente, aunque a veces se sienta también desde ese mismo ángulo, ya que es toda una vorágine de fuerzas convergentes las que oprimen o tratan de presionar «situaciones»… Si entendemos esto desde la perspectiva de los «ajenos», claramente cualquier situación que en un momento determinado vino a converger, se rompe, y se rompe porque las estructuras internas y externas son placas paralelas sin ningún nexo de unión. Así vemos que si fulanito ayudó a menganito, desde un tercer ángulo esa ayuda es baldía e inconsistente, ya que el «tercero» en posición considera que menganito va a volver siempre a sus mismas estructuras erróneas de siempre, y esta teoría concéntrica, por lo general se cumple, pero hasta que fulanito no vio que menganito iba un poco errático y que la ayuda que recibía era claro interés y nada más, tuvieron que suceder diversas cosas y entender que menganito no quería, en el fondo, ser ayudado. sino sustentado, alabado, babeado, único objetivo siempre en punto de misericordia y de brazo de apoyo de una tristeza (falsa) sin fin.
Es normal, pues, que estos círculos viciosos se rompan, y que menganito, en el fondo, no desea ser ayudado sino reflotado y llevado en volandas de su propia situación, sin querer salir jamás de ella, y cualquier intento ya suena a «empujón».
Caso A: María ayuda a Elena, Elena tiene una hija pequeña, casi un bebé, de 18 meses de corta existencia. María le anuncia a Elena que en breve no va a poder seguir ayudándole, ya que sus recursos también están reducidos, pero que le apoyará en lo que pueda… Antes de que la situación finalice, Elena, en un descuido de María (no es descuido sino confianza) le roba del bolso el poco dinero que llevaba para aquella semana. Elena muy consternada le dice… «Mira bien, seguro que lo encuentras…»; María sabe que el día anterior había contado el dinero que le quedaba y que lo había guardado justo ahí, en el monedero, porque había estado haciendo las cuentas de los gastos… Elena, empavada le da los únicos 3 euros que le quedan: –No, no, gracias ya me apaño con mis dos monedas.
María, estupefacta se aleja de Elena, pero sabe que el primer destape de la verdad ha quedado ahí, sobre quién es Elena, y que ha sido por «casualidad» que María mirase por última vez el dinero que le quedaba en el monedero antes de ir a comprar, justamente en casa de Elena.
El tercero en discordia, siempre apuntaba que Elena siempre volvería a las mismas, pero lo apuntaba con saña y con discriminación, añadiendo cosas y causas de cosecha propia para, desde su ángulo, romper esa llamada «unión».
El ejemplo A viene a mostrar las llamadas «alianzas» que terminan por romper, pero porque la estructura es totalmente in-sincera, falsa y falta de cauce de humanidad. Al tercero en discordia le falta madurez en la Vida y se mueve por el interés o la envidia, objetando y objetivando siempre tener la razón, con lo cual no es necesario, en absoluto, la ayuda a absolutamente nadie.
Elena inmersa en su círculo vicioso se cree haber atrapado a una nueva «víctima» de la compasión, usando, incluso, las estrategias del suicidio, la tristeza, el «no puedo más» y «no sé qué va a ser de mi hija tan pequeña»… Elena no trabaja, vive del cuento, de una supuesta subvención que todavía no ha recibido, de una mala ayuda del padre de su hija, que no alcanza ni para pañales, de Caritas, y, sobre todo, de las víctimas que va «cazando» en la vida.
María no es tonta, ha ayudado cuanto ha podido, pero deja bien claro que ya no va a poder más, y esta vez sí va a ser cierto, porque aunque pudiese contribuir ni aunque fuese con un euro o con pan y leche,… ya no lo va a hacer, es claramente consciente del rol de víctima que juega Elena y que la «ayuda» en ese sentido no es tal, ya que no va a llegar como pudiera ser que tendría que haber sido, sino que los intereses tan claramente demostrados habrán de dejar que Elena siga sola por su camino…. Elena no necesita ayuda, Elena necesita un sopapo fuerte de la vida… pero puede ser en ésa o en otra, eso ya no se sabe,… porque Dios no critica, no se enoja, no empuja, no dice cómo ni cuándo, sólo deja escoger a sus criaturas el Momento Preciso… y ese Momento ha de ser respetado, tanto si nos gusta o no, ya que cualquier movimiento o cualquier otro razonamiento puede ser discutido y alardeado de «No me empujes, por favor!»…. por lo visto parece ser como un catecismo usado por las víctimas diversas de este mundo en cualquier circunstancia o momento.
Me voy a poner también, yo, como ejemplo de este victimismo, debido a que, como todo quisqui o todo diós, yo también he sentido apegos profundos: el primero fue mi primera unión, que duró la dicha de diez lastres de años… Sí, lastres de años… No tuvimos hijos (a.d.g.) porque parece que el «destino» aquí cumple función perfecta y divina y no era de ese compañero de quien tenía que ser el hijo venidero años después. Bien, estaba claro que lo quería, pero yo sabía que no lo amaba, no, por lo menos, con la intensidad perfecta del Amor que todo lo traspasa… La Vida misma se encargó de facultarme con ese dolor con el cual yo no supe (no quise) proceder a tiempo… La Vida me enseñó que eso debía de romperse, y, efectivamente, se rompió… Fue profundo el dolor porque el apego, la cercanía, el día a día, la unión, el compañerismo, se rompió de un día para otro. En ese acto no sólo «perdí» al «compañero», sino que la muy jilipollas de mí cedió unos bienes materiales bastante sustanciales, por tal y de no llegar a otros procederes más judiciales… Nunca di la suficiente importancia al dinero o a los bienes, tenía por supuesto que la vida o en la vida iba a obtener lo que me fuese necesario. De ahí al salto de llegar a la compra individual de una casa bonita, una casa en el campo, que aunque no aislada, más de uno me advertía y me hacía querer hacer razonar, con el juicio del tercero, sobre el «miedo» y el «aislamiento»… Bien… quizás a esa casa le llegué a coger un gran cariño ya que formó parte de mi primer acto independiente y de consolidación, hasta incluso flotaba en mi mente la idea de dejarla como «herencia» a mi hijo, que vino años más tarde.
Volviendo al hilo anterior, mencionar que, una vez rota esa unión de diez largos y lastrosos años, cuyo dolor fue inevitable hasta lo impensable, en poco tiempo vi que había sucedido lo que tenía que suceder, y que debía de dar Gracias porque todo ello hubiese sucedido, una inmensa Alegría me invadió ya que era consciente de que mi vida, o mi «destino» no estaba ligado al de ningún hombre, no por lo menos en ese sentido de convivencia o de «matrimoniales», aunque jamás llegué (por convicción propia) a «empapelar» dicha unión.
Lo de la casa, años después, cuando todo el mundo me decía «Véndela, véndela,… véndela…» Yo no quería, porque quería aquellas paredes y deseaba que aquellas paredes hiciesen historia conmigo hasta muchos años… quién sabe si hasta el final de mis días.
Llegó el momento en que tuve que marchar porque precisaba de otros espacios, y al marchar, precisamente, la perdí, ya que perdí el trabajo, y no pude sostener gastos… demasiados gastos… Perdí la casa de tantos años, la casa de piedra y madera, de suelo de piedra y de pinos centenarios… esos pinos centenarios, seguro que ya estarán cortados… Pero mira, en mi Corazón ya consciente, ya no hay rincón para el recuerdo de ninguna posesión, por mucho que la haya querido o la haya deseado mantener hasta el final de mis días.
Cierto… Dios no nos empuja, cada uno a su paso, pero en nuestro interior Sabemos, y ahí no nos podemos engañar, cuáles son los Pasos que debemos Andar.
A estas alturas lo único que me sigue llamando como un Grillo en mi Luz Interior es si en estas cabezonerías o el «déjame, no me empujes, que voy, que tengo que ir… a mi paso», nos afecta sólo a nosotros… o si en este re-mecernos mecemos y metemos en el bote a los ajenos.
A veces es tan feroz el sentido de la posesión, ideológica o material, que somos capaces de cualquier cosa por conservar el estadio y el pódium donde nos encontramos «Eh, no me empujes, que voy a mi paso!…», ya que, seguramente, en muchas circunstancias, no sólo nos valemos de lamentos o ardides o patrañas o de cosas extrañas, hasta de males inexistentes que acabamos por volcarlos realmente en nuestra vida, sino que, hasta incluso, somos capaces (inconscientemente) de lastrarnos a las situaciones a través de la enfermedad. Este es un recurso del subconsciente bastante frecuente, donde nadie, ya, aparentemente, debe de empujarte, ya que estás «enfermo» y se debe respertarte.
Sólo, creo, que hay un hilo o una verdad consecuente: DIOS NO EMPUJA, no empuja nadie… todos vamos a nuestro paso…., pero, tarde o temprano, todo cae, o los castillos de viento, o las casas de papel, o las situaciones extrañas y poco claras, o las dependencias, o los apoyos,… todo cae como un castillo de naipes a nuestros pies. Si hemos sabido verlo a tiempo o, por ventura, algo se cruzó en nuestro camino a tiempo, entonces, seguramente, podremos retomar el Camino, pero si hemos caído en el agujero de la letanía y del «no me muevo», entonces, lo más seguro es que las situaciones mueran con nosotros, y nosotros con ellas.
No, DIOS NO NOS EMPUJA, al contrario, pero nos pone en caminos, a veces extraños, donde debemos (o deberíamos) escoger rutas (derecha, izquierda…), sentarnos un rato y luego proseguir, siendo conscientes de que todo cambia y que en nuestro Camino no debemos arrastrar a nadie. La enseñanza es: SÉ LIBRE, ENSEÑA A SER LIBRES A LOS DEMÁS, ENSÉÑALES A ESCOGER ANTE TODO.
Aprender, enseñar a Escoger y a valorar es algo inestimable que tenemos que hacer con los demás y con nuestros más jóvenes, sean nuestros hijos o no. Eso sí: jamás deberemos de empujar, jamás… y jamás deberemos de lamentarnos si fulanito, menganito o un tercero escogió mal, jamás… La oportunidad es de Tod@s: DIOS NO EMPUJA, NO CASTIGA, NO FUSTIGA, NO CRITICA… debemos tomarnos nuestro Tiempo, pero en ese tiempo no debemos ni crear ni re-crear víctimas, inocentes o no.
Tomemos nuestro tiempo, sobre todo para quien de Verdad Busca, Econtrará… la Enseñanza quizás no estribe en estar o no con fulano o mengano, o en tener tal o cual, sino en que todo se pierde, en que todo se puede perder y que nada es fijo y que lo único que debemos atender es a nuestro Horizonte Interior, a nuestro Sol, para desde ahí Nacer cada uno de nuestros días e iluminar todo y a todo cuanto nos rodea.
No, el empujón no viene en que dejes o no, sino que viene en Comprender el puzzle de tu vida y el por qué te encuentras en TAL o CUAL SITUACIÓN. Sólo a partir de ese conocimiento podremos empezar a valorar, realmente, la auténtica Estructura de nuestra Vida como lo que somos: seres individuales que no deben ni de empujar, ni de arrastrar a los demás, sino que debemos actuar en conjunto y por otras Leyes: la Ley de la Atracción, la Correspondencia y el Amor… todo lo demás es tan circunstancial como irreal… porque es finito, temporal y quedará relegado al olvido. Pero nuestras Actitudes no, éstas nos acompañarán, hasta incluso si hace falta, hasta el más Allá, hasta que no hayamos resuelto nuestra Luz Interior, nuestra Libertad como Uno y como el Todo que somos.
En el grado que hacemos afectamos, y no sólo a nosotros mismos, sino a Todo cuanto nos rodea. Cuidémonos de nuestras falsas actitudes y de nuestras falsas dolencias, no vayan a ser un escudo de protección para no hacer nada y sumerjamos a los demás en un pozo o en un tarro de mermelada, cuya dulzura durará lo que dure la situación, o sea el almíbar del bote.
Esto puede ser incluso más largo, pero no estamos preparados, creo que ni tan siquiera yo, ya que el acercamiento a los demás se puede hacer desde otros ángulos, sobre todo desde el ángulo Humanista, pero para ello tiene que haber concordancia, relajación y un entrelazarse como en un microcosmos hasta que ya no se sienta que: «Joder, deja ya de empujarme…!!» (Esto se lo dijo Elena a María, que conste y que no va en ningún otro sentido, sino en el sentido mismo de que parece repetirse, hasta incluso para mí se repitió en determinados momentos de mi vida.)
La actitud Humanista procede sin empujar, procede con el Respeto, entrando suavemente, valorando cualquier circunstancia… Pero y reconozco que no estamos preparados para ello: las lecciones de ego han sido muy fuertes y la resistencia, como consecuencia está tirante y por donde se toque, rompe.
Un abrazo