No, no soy la única… últimamente rescato a los caracoles de las calzadas para evitar que sean aplastados… es mi obligación como ser Humano: respetar todas las vidas, por pequeñas que éstas sean. Me da lo mismo que me vean cogiéndolos y echándolos en la hierba; pido perdón cuando, sin querer, chafo a alguno de esos pequeños. Evito hacer daño a cualquier “bichito”, evito pisar hormigas, les pongo comida en sus entradas cuando están activas, también pongo comida a los gorriones, a las tórtolas, es decir pongo comida en el suelo para que otros “animales” recojan su porción de lo que yo tengo y puedo darles.
Pero no soy la única, tampoco soy única porque sea “mujer”, conozco a hombres, ya de una cierta edad o de edad media, que cuidan a sus animales y a otros animales que no son suyos, les da de comer, van a donde sea que haya que ir para comprar la comida de esos ladinos que viven a costa y al lado de los humanos… en fin… no soy yo sola. Sé que las personas normales pueden pensar que estás volao, que eres un chiflad@, pero esto me es indiferente. El respeto por mis pequeños co-vivientes me merece de todo, evito pisar las setas que este último mes han sido muy abundantes, me encanta verlas, ahí, hermosas, con su sombrero, sean comestibles o no, son unos seres extraños que no siempre son visibles.
Conozco quien también deja comida a los ratones y las ratas de campo, también he conocido de mi última amistad que respeta, como yo, a esos seres detestables: los “bichos”, he visto pedir perdón a mi amiga por el posible aracnicidio: esa patilarga es su amiga, se come las enojosas moscas que le irritan ¿ves?; pero también respeta las mariquitas, los zapateros y los rescata mientras otra amiga “manoplas” les intenta dar manotazos para hacerlos papilla: ¡No los mates! (éste que sale del coche lo rescaté ayer), ¡ah, vale!, entonces voy yo y lo saco de la calzada y lo llevo a la hierba, su sitio…
No no soy única, somos muchos miles que amamos a nuestros co-navegantes, sean del tamaño que sean o cómo sea su biología. Últimamente, tengo que reconocer que me causa hasta un inmenso placer el rescatar con la mano a las avispas que caen al agua y medio se ahogan; antes no las hubiese tocado, lo hacía con un palito o algún objeto, pero un día lo hice con la mano y me hace gracia ver cómo se suben y luego las dejo (las aparco) en la rama de algún árbol, cosa que ellas saben de inmediato reconocer y salen tranquilas de mi mano para ir a la rama y secarse ahí…
En fin, con todo mi cariño en este planeta revuelto de cosas que no debieran ser pero que están aquí, de momento.
Un abrazo
Gracias Lurff, un poco más y te chafo a ti, te has cruzado en el post cuando lo estaba corrigiendo…
Muchas sonrisas, ya que he pensado ¡caray! me ha parecido ver algo como un comentario, qué rápido, y es que somos muchos, más de los pensamos, que amamos a nuestros hermanos los “bichos” 🙂 🙂 🙂